martes, 29 de enero de 2013

Cabreado

Cabreado, estoy muy cabreado. Cabreado con nuestros gobernantes, con nuestras instituciones, con los partidos políticos de este país. Cabreado porque jamás pensé que actitudes fascistas como las que estamos presenciando pudieran llegar tan lejos, aún a costa del bienestar de los ciudadanos y, mientras, la impasividad de la gente, las instituciones y los agentes sociales.

Cuando uno trabaja diariamente con los problemas de la gente y se meto de lleno en sus casas, en sus realidades, sale impregnado de cada sensación y cada gesto o guiño de indignación que en ese hogar se respira. Son muchos los hogares que he visitado, muchas las palabras que he recibido y mucha la indignación que he acumulado.

En mi época de estudiante de trabajo social, tuve la inmensa fortuna de toparme con magníficos profesores que, cada uno a su manera, intentaban imbuirnos del espíritu que debe tener un trabajador social, de ese especial prisma con el que nosotros, los “asistentes” como nuestros usuarios suelen conocernos, observamos la realidad y nos cuestionamos todo. Uno de ellos, José Manuel Ramírez, con el que afortunadamente tengo la inmensa suerte de mantener contacto, nos dijo en una clase, que nosotros, los trabajadores sociales, tenemos una inmensa responsabilidad con nuestra sociedad, la responsabilidad de aprovechar esa manera especial de ver la realidad para que nuestro mundo pueda ser un poco mejor. Probablemente él no recuerde ya estas palabras, pero son palabras que calaron muy muy hondo en mí.

Por eso, cuando ahora vemos todos los días que sistemas como el de Servicios Sociales y Dependencia están abocados a una muerte segura, y que esto se pregona descarada e impunemente por nuestros gobernantes, con la compañía, en la mayoría de las ocasiones, de una mueca sarcástica y cínica, es normal que, esas personas que tenemos ese especial modo de ver las cosas, nos cabreemos de un modo que es difícil de concretar.

Y no hace falta abrir los periódicos o escuchar un noticiario en la radio; ojalá. El problema es que todos los días lo vemos: Vemos a Antonio, que es enfermo de Alzheimer, de 89 años, cuya mujer se partió la cadera el año pasado y tiene que caminar con un andador y cuyos hijos, se han tenido que ir a buscar trabajo fuera, porque se quedaron parados hace más de 2 años y “ya no se puede vivir con la pensión de los abuelos”. Antonio, recibe el Servicio de Ayuda a Domicilio por un total de 2 horas y media al día y su esposa, otra hora y media. Cada vez que piensan que pueden perder esta prestación, se echan los dos a llorar, bueno sólo ella porque él, como suele decir su esposa “afortunadamente ya no sabe lo que pasa”. Después de la bajada de las pensiones, después de tener que pagar medicamentos, la subida del iva… “si encima nos quitan a la muchacha, yo no sé qué vamos a hacer. Lo que nos queda es morirnos”. O cuando hablas con algún amigo que hace tiempo que no veías y te cuenta que perdió el y su mujer el trabajo y que ahora se han tenido que volver a vivir a casa de los padres de él, porque les han embargado la casa, y se te echa a llorar porque hay días que ellos no comen, porque “lo primero es que coman los niños y los abuelos; después ya veremos nosotros”.

Habrá, seguro, quien me diga que esto no es más que demagogia barata, que sólo se trata de un show lacrimógeno muy bien orquestado. Sólo tengo una cosa que responder: desgraciado. Desgraciado el que se engaña con la idea de que “las cosas no están tan mal, después de todo, los bares están llenos”. Desgraciado el que mira para otro lado cuando algún “abuelillo” se queda solo, sin ayuda, en su casa, alimentándose a base de latas, cuando puede, porque no tiene más a donde llegar. Desgraciado el político que elimina ayudas y apoyos que impiden que Antonio y su mujer mueran de hambre. Desgraciados.

Lo siento, no puedo evitarlo. Ya está bien. O nuestros políticos, nuestros gobernantes actúan o todo habrá acabado.

Sí, lo siento, cabreado, estoy muy cabreado.

José Miguel Delgado Trenas
Coordinador Plataforma Andaluza para la Defensa del Sistema Público de Dependencias y Servicios Sociales

http://www.vanguardiadesevilla.com/noticia/69960/Opinion/Cabreado.html