miércoles, 27 de febrero de 2013

PROBLEMA DE OMBLIGOS
           
    Son muchos los meses, puede decirse que ya años, los que llevamos inmersos en una sociedad convulsa. “La calle”, como algunos la llaman, se muestra cada vez menos apacible y complaciente para quienes tienen la fuerza del poder y deben recibir las “balas” de los espasmos de indignación que nuestro mundo nos obliga a sufrir.
            Desde hace mucho tiempo, políticos, gobernantes, instituciones, banqueros… han recibido los golpes de la desesperación de una sociedad que se encuentra ahogada por el destino que algunos les han obligado a vivir. La ingente cantidad de recortes sociales y reformas totalmente desalmados e injustificables,  no son más que nuevas chispas que surgen junto a una bolsa de combustible, mezcla de indignación ante lo que pasa y de lo que hemos tenido que padecer de nuestros gobernantes.
            El pensamiento de que los políticos están alejados de “la calle”, de que la política es un mal de nuestro siglo, se ha adueñado de las mentes de todos nosotros y amenaza con volver patas arriba un sistema que, ya desde hace años, ha venido haciendo aguas. Muchos dicen que el problema de los políticos es que viven más pendientes de sus ombligos que de lo que le ocurre a “los ciudadanos”, como ellos llaman, en un afán inconsciente de sentirse separados del mundo.
            Es bastante habitual ver al “político” que, ante un ataque de la ciudadanía o una crítica, se enroca tras el muro del descrédito contra el interlocutor. Para nuestros dirigentes, la mayoría de las veces, la mejor defensa suele ser un buen ataque, aunque esa defensa no aporte soluciones a problemas que nos están robando la vida a todos. A menudo, lo más importante para los partidos políticos suele ser eso que se suele llamar “salvar los muebles”.
            Pero quizá sería positivo, pensar el porqué de esa sintomatología. Probablemente lo más inteligente sería pararse a consultarse a uno mismo qué hay de cierto en estas afirmaciones y qué soluciones podrían advertirse tras un horizonte lleno de nerviosismo y descontrol.
            Es evidente que vivimos tiempos de mucha desorientación y de una búsqueda constante, tanto dentro como fuera de las instituciones; pero la respuesta que esperamos todos los ciudadanos no es una declaración de intenciones, no queremos que nuestros dirigentes digan que van a hacer algo, queremos que lo hagan. Queremos ver actuaciones valientes, con apuestas decididas por otra manera de actuar. Queremos “notar en la piel” que cuando un político o dirigente actúa, lo hace con el único interés de provocar en nuestra sociedad el “bien común”. Queremos que nuestros dirigentes se olviden de las cámaras, de las propagandas, de las estadísticas electorales… y salgan a la calle a pecho descubierto a solucionar problemas… o al menos a atenderlos y comprenderlos. Necesitamos claridad, sinceridad, que nuestra clase política se renueve y que se convierta en verdadera protagonista del destino de nuestro país. No olvidemos que las reglas del juego continúan funcionando porque nosotros, los ciudadanos queremos que sigan funcionando. Todo puede cambiar de un plumazo. Los ciudadanos debemos sentir legitimidad en las medidas que se adoptan y, por ahora, nada más alejado de la realidad.
            No se equivoquen cuando lean mis palabras. No soy uno de esos que tachan de irresponsables o que se autodenominan “apolíticos”. Jamás pensaría una cosa así. Yo me considero político, pues desde que decido levantarme por la mañana e ir a trabajar (por fortuna tengo trabajo), aporto a esta sociedad una visión particular de cómo interpretar el mundo y actuar en consecuencia. Todos somos políticos y, por tanto, tenemos la responsabilidad de dotar a la política de la dignidad que, algunos, una pequeña parte de la clase política, se ha encargado de enterrar, preocupándose demasiado por sus problemas. Señores, esto, no es más que un problema de ombligos y se soluciona levantando las cabezas.

José Miguel Delgado Trenas
Coordinador de la Plataforma Andaluza para la Defensa del sistema Público de Dependencias y Servicos Sociales.